Como product guy sin formación en ingeniería del software, he de confesar que en al menos dos ocasiones he estado a punto de hacer un bootcamp de programación -esto es, un curso intensivo, de unos dos o tres meses, en el que aprender a desarrollar código desde prácticamente cero hasta alcanzar un nivel junior-. La perspectiva de hacer una inmersión en la disciplina siempre me ha resultado atractiva, en comparación con la opción autodidacta, que, al menos en mi caso, me resulta lenta y demasiado solitaria. Si volviera a plantearme la posibilidad de realizar un bootcamp de este tipo, después de hablar con Pablo Rubio, desde luego Codenotch me parece una iniciativa de primerísimo nivel.
Los orígenes de Codenotch
La historia de esta startup es la de la mente inquieta de su CEO y fundador, el mencionado Pablo Rubio. A los 19 años, viajando “de mochilero” por Asia, Pablo conoció a un alicantino que trabajaba en remoto como jugador de póker online, y la idea del “nómada digital” quedó fijada en su cabeza. Desde ahí su pasión por viajar le llevó a una infinidad de aventuras: estudió Business Administration en Manchester, y luego un máster en marketing en Madrid; curró en Londres, en una agencia digital, mientras vivía en Notting Hill; pasó tres meses en Barcelona, aprendiendo los fundamentos del yoga y del budismo; trabajó en Dallas para una empresa que se encargaba de digitalizar a las universidades americanas; vuelta a España como country manager para los americanos; se fue cinco meses a la India, donde continuó su formación espiritual; regresó a Estados Unidos, esta vez a Arkansas, ayudando a construir una sede de la universidad en Méjico; nuevo viaje de mochilero, en esta ocasión por Latinoamérica; y, sí, finalmente, volvió a Madrid, y lo hacía con una idea entre manos.
En Estados Unidos había observado la proliferación de los bootcamp de programación: «Si sucede en Estados Unidos, en diez años llega a España; los programadores son a la revolución digital lo que los obreros a la revolución industrial», explica el emprendedor. Hablando con varios alumnos que habían cursado este tipo de programas en aquel país, se dio cuenta de que, más allá de escribir líneas de código, lo que emerge para ellos es una experiencia vital, un refuerzo en valores y sentido del compañerismo, de comunidad, aspectos que le interesaron sobremanera y que encajaban a la perfección con su filosofía de vida.
Es aquí cuando Pablo retoma el contacto con el Grupo Sense, con décadas de experiencia educativa en los ámbitos del software y de la salud. Resulta que esta empresa, además, contaba con una casa vacía en Madrid en cuyas aulas, durante los años 90, se habían formado cientos de alumnos, justamente en programación de software. Era cuestión de «hacer lo mismo, pero de otra manera», y «qué hay más comunitario que un hogar, que una familia». La casa, luego bautizada como Home of Coders, era el lugar perfecto para brindar una propuesta de valor diferente. Así, hace dos años, con recursos propios y en colaboración con un grupo de amplia trayectoria en el sector, nace Codenotch.
¿En qué consiste Codenotch?
El objetivo del programa es, por un lado, enseñar a «pensar de otra manera», es decir, a pensar como ingenieros del software y conocer las bases y fundamentos de la programación. Más que de una tecnología en concreto, se trata de aprender bien esos fundamentos, porque «las tecnologías van y vienen»; por ejemplo, hace algunos años ruby on rails se puso de moda y algunos bootcamps se centraron quizás excesivamente en esta tecnología. Por otra parte, Codenotch pretende que los alumnos salgan de sus aulas -o, mejor dicho, de la casa- preparados para ser autodidactas y seguir aprendiendo en el mundo real. Realista, Pablo indica que una cosa es «querer hacer “mi app”, “mi juguetito”, y que otra cosa bien distinta es ser un profesional del software y desenvolverse en una empresa».
Con este objetivo, Codenotch funciona con grupos reducidos de alumnos, de entre 8 y 12, de modo que pueda procurarse un seguimiento personalizado. Es una experiencia de 12 semanas, intensiva y eminentemente práctica. Asimismo, organizan diversas visitas a empresas tecnológicas, a fin de acercarse a su cultura como tales, y el proyecto de final de curso pretende emular las condiciones de trabajo reales, con uso de metodologías ágiles. El claustro de Codenotch incluye a profesores externos, en pleno contacto con el mundo laboral, y a profesores dedicados, entre quienes destacan perfiles con dilatada experiencia como el de José Herrera.
Codenotch ha realizado cinco ediciones hasta la fecha, donde la edad media de los alumnos fue de unos 27 años y en torno al 25% fueron mujeres. En cuanto al perfil de estos, encontramos desde profesionales con años de experiencia en otros sectores (maestros, psicólogos, juristas, comerciales, etc.) a recién titulados universitarios, pasando por personas que no han terminado la educación secundaria o el bachiller y que buscan nuevas perspectivas laborales.
La empleabilidad del alumno por bandera
El programa es, por muchas razones, una experiencia de gran contenido emocional para los alumnos, que se ve reforzada por la vida en la casa. Codenotch es un bootcamp de desarrollo de software, pero, sobre todo, como enfatiza Pablo, es una comunidad, una suerte de familia integrada por compañeros y profesores. Algunos de ellos se matriculan en el bootcamp para dar un giro radical a sus carreras profesionales, en ocasiones habiendo invertido todos sus ahorros con esta esperanza de cambio. Pensemos también en la ansiedad que puede generar la incertidumbre sobre el qué pasará una vez finalizado el bootcamp.
Por suerte, esos miedos son solo infundados. Cuando terminan, «todo el que quiere trabajar como desarrollador trabaja como desarrollador», indica Pablo, puntualizando que hay alumnos que se inscriben para simplemente ampliar sus conocimientos, o para crear sus propias aplicaciones. Al final del programa, Codenotch organiza unas jornadas de empleo a las que acuden empresas de renombre como Idealista, Milanuncios, Nielsen o Indra. El récord ha sido tener a todos los alumnos trabajando en tres semanas desde la finalización del curso, si bien lo habitual es alcanzar el 100% de empleabilidad en los dos o tres meses posteriores.
A veces, no obstante, los alumnos se han encontrado con un contrato por delante justo al día después de terminar y, en el caso de dos alumnas, fueron contratadas incluso un mes antes de concluir la formación. En palabras del CEO, «es la experiencia la que les va a convertir en profesionales del software, por lo que vemos esa primera experiencia como una continuación del programa».
Retos de negocio
Pablo afirma que Codenotch ha presentado unos resultados financieros equilibrados, y que cuenta con una tesorería positiva con la que seguir reinvirtiendo y optimizando la metodología docente. Las ratios de calidad y empleabilidad son las métricas que le obsesionan.
En cuanto a cómo escalar el modelo, el crecimiento de Codenotch pasa por tres ejes: excelencia del programa; introducción de otros productos educativos (como el nuevo bootcamp en data science, «la profesión donde más pasta se va a ganar», que acaban de lanzar); y expansión a otras ciudades, con la aspiración de convertirse en una marca global (y es que la misma necesidad educativa que existe en Madrid se da en otros hubs tecnológicos de Europa y del resto del mundo).
Valores
A veces las prisas de las startups hacen que la reflexión sobre los valores que de verdad inspiran al proyecto se haga a la ligera, o que se deje de lado. No es el caso de Codenotch. A través de esta entrevista Pablo nos ha transmitido los de su empresa, que me han parecido relevantes y que, para terminar, transcribo a continuación.
El librepensamiento
El progreso sostenible
La igualdad de derechos y oportunidades de las personas, sin discriminación por sexo, raza, edad, religión, etc.
La potenciación del acceso de la mujer al área tecnológica, clave para que la industria alcance su madurez.
La comprensión del tiempo como única divisa personal, universal y escasa del ser humano
El derecho a equivocarse y a aprender de tus propios errores
La obligación individual del crecimiento personal
La puesta en valor del entorno laboral y educativo digno, cómodo e inspirador
El derecho individual al estilo de vida del nómada digital y el minimalismo
El amor y el respeto al planeta y a todos los seres vivos