En el “mundillo” de las start-ups puntocom, las rondas de inversión y los ansiados exists son noticia a diario. Vanidades y apariciones en TechCrunch a un lado, es cierto que los modelos business to consumer (B2C) y consumer to consumer (C2C) suelen ser intensivos en capital humano y marketing, de ahí que la captación de inversión muchas veces sea requisito indispensable para poder desarrollar y escalar el producto o servicio de que se trate. Dicho esto, la necesidad de inversión no siempre viene al caso; no nos dejemos llevar por gurús, aduladores de “unicornios” y demás encantadores de serpientes.
Conozco de cerca el ejemplo de Liftshare.com, compañía líder en coche compartido en Reino Unido, cuyo éxito seguramente contradice muchas de las creencias y falacias instauradas en el sector. Liftshare es un caso de bootstrapping de libro. Nunca ha contado con inversores: ni family, fools & friends, ni business angels, ni capital riesgo. Tampoco financiación bancaria. Estamos, eso sí, ante una empresa pionera en el ámbito de la denominada economía colaborativa (sharing economy), y que seguramente sea “la gran olvidada” por la prensa especializada, a menudo más interesada, como indicaba, en rondas a lo TechCrunch.
Todo empezó cuando Ali Clabburn, estudiante de la universidad de Bristol allá por 1996, buscaba cómo volver a su casa en Norfolk por Navidad, ya que el precio del tren le resultaba prohibitivo. Colgó un anuncio en el tablón de la universidad, preguntando si alguien viajaba en coche en su misma dirección y, al día siguiente, encontró que tres estudiantes se ofrecían a llevarle. Nacía así la idea de crear una plataforma que pusiera en contacto a conductores y pasajeros para que compartieran viajes en coche. Como puede comprobarse, dicho sea de paso, el car-sharing digital no lo inventó Blablacar, sino este joven visionario inglés; a mayor abundamiento, Liftshare incluía un servicio de mensajería y perfil para sus usuarios, hecho que la sitúa como una de las primeras redes sociales modernas.
En concreto, la primera versión de Liftshare vio la luz en 1997, dos semanas antes de que naciera Google. Ali pensó que durante el primer año se registrarían unos 10.000 estudiantes, y que cada uno pagaría £10 por unirse al servicio. El primer día facturó tan solo £40 y se dio cuenta de que los usuarios no estaban dispuestos a pagar por ello, de manera que hizo el registro gratuito. Liftshare siguió creciendo en usuarios, sobre todo estudiantes y asistentes a festivales, aunque sin apenas generar ingresos o salarios durante los 3 primeros años. Ali tuvo que trabajar durante algún tiempo en Virgin Money para cubrir costes básicos y se sirvió de amigos y contactos para hacer progresar el proyecto.
Un buen día, el célebre festival de Glastonbury, con una afluencia de miles de personas y notables problemas de aparcamiento, les pidió que crearan una versión de Liftshare específicamente dedicada a este evento. Ali entendió que otras organizaciones podrían tener esta misma necesidad, y es así como la empresa pivotó hacia un modelo business to business (B2B). Sky, Tesco o Sainsbury’s son algunos de los más de 700 clientes corporativos con los que Liftshare cuenta en la actualidad. En cuanto a usuarios inscritos en la plataforma, Liftshare no ha dejado de crecer orgánicamente y roza ya el medio millón.
En este proceso y hasta la fecha, Ali ha conservado el 100% de la empresa y, tal y como señalaba más arriba, nunca ha recurrido a inversores ni financiación externa. El dinero siempre ha provenido de sus clientes. Liftshare es y ha sido rentable durante años, dando trabajo a una plantilla que en los últimos tiempos se ha situado en los 20-30 trabajadores. Recientemente y gracias a ello, a fin de establecer nuevas líneas de negocio, Liftshare ha seguido reinvirtiendo tanto en su plataforma abierta a los consumidores como en servicios de planes de viaje personalizados para empresas.
También me parece reseñable que Liftshare siempre haya tenido su sede en Norfolk (primero en Attleborough, luego en Norwich), hecho que demuestra que es posible tener éxito lejos de las grandes urbes –para una start-up inglesa como Liftshare, lo obvio hubiera sido instalarse en Londres, o, incluso, haber dado el salto a Nueva York o San Francisco-.
En conclusión, atendiendo al caso de Liftshare, podemos afirmar que:
- Emprender en Internet y no recurrir a financiación externa de ningún tipo es perfectamente posible. El bootstrapping es una opción empresarial real, puede que menos glamurosa.
- Emprender en Internet y que el fundador o fundadores retengan incluso el 100% de la empresa es factible.
- Es común obcecarse en modelos orientados al consumidor, en lugar de buscar modelos B2B, quizás menos escalables pero más seguros. Un pivote acertado en este sentido puede conducir a un modelo de negocio sostenible y de éxito a largo plazo.
- No todo se cuece en San Francisco, Londres o Madrid. Proyectos ganadores pueden surgir y florecer en cualquier lugar.